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Es uno de esos restaurantes que entras por casualidad a tomar unas cervecitas y te ponen una tapa de garbanzada deliciosa y dices: porque no comer aqui??? Pues gran acierto. El ambiente se empieza a llenar de familias que ya lo conocen, el cocinero en las brasas te atiende personalmente: te pregunta cómo quieres la pieza, te sugiere, te enseña, te vuelve a preguntar si está bien, vamos, pocos hacen eso. Las raciones son muy resueltas y abundantes, el producto es muy excelente, el servicio es muy bueno, cariñoso y familiar. Y cuando llega la cuenta, te asombras mas: raciones grandes a precio solidario. Por supuesto que volveré cuando vaya a la isla.