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Restaurante en una ubicación excepcional a orillas del Canal de Castilla. Me gustó mucho la decoración. En cuanto a la comida, era inmejorable. Las croquetas de berbetes, huevos rotos con bogavante, arroz negro con pulpo a la brazie (lo único que no nos gustaba era el mojo picon que lo acompañaba). Para el postre un folleto con exquisita crema de mango. El único error fue que nos olvidaron al final y no nos ofrecieron los cafés. Tuvimos que conseguir la cuenta hasta 4 veces e incluso levantarnos para escuchar. Una pena porque el servicio había sido muy bueno durante toda la comida. Aun así, volveremos y recomendaremos este lugar mucho.