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Llegamos el sábado por la mañana a eso de las 11 con la bici con la idea de tomar un café y una simple tostada con tomate y un chico joven que estaba de camarero nos dice que no podemos sentarnos en las mesas porque están reservadas para la comida (la mesa estaba vacía, no había nada montado) y cuando le pedimos las tostadas nos dice que está muy ocupado y que no nos las va a preparar y de forma arisca nos dice que vayamos al bar que está al final de la calle que allí nos la preparan. Se ve que interesan más los ciclistas extranjeros que los españoles.